lunes, 1 de noviembre de 2010

Jugando con palabras en el Taller...

El otro dia, en el Taller del Centro Literario nos propusimos una pequeña actividad de escritura. A partir de una serie de titulos de microrelatos contenidos en la Antologia de la Literatura fantastica (Compilada por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo), confeccionamos relatos bajo los mismos titulos. Luego hicimos la lectura de los textos originales, y aquellos que habian surgido.
Aqui van los textos de "ellos" y los "nuestros".

Sueño de la mariposa:
Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.
Chuang Tzu
Sueño de la mariposa:
Había una vez una mariposa que soñaba con volar muy lejos. Ella siempre había estado en lugar donde nació: Al lado del estanque.
Había muchas mariposas como ella, y otras de distintas especies.
Siempre quiso conocer otras cosas. Tenía muy poco tiempo para poder conocer otros lugares.
Entonces tuvo que pensar en qué viajaría para poder llegar hasta ese lugar que le parecía tan atractivo y grandioso.
Así fue que pensó en un avión. Se posó en su ala, y voló lo más lejos que pudo. Pero llegó el momento en que no pudo más. Se acurrucó en un lugar, se pego al ala del avión.
Allí quedo.

Teresa Albarenque
Los ojos culpables:
Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió:
-Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.
Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo:
-¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.
Ella le respondió:
-No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.
A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:
-La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado.
Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta.
Ah'med Ech Chiruani
 
Los ojos culpables:
Llegado al pueblo, el muchacho aquel, fue y siguió siendo un extraño personaje.
Si bien su actitud y gestos, eran los comunes de todo hombre de su edad (alrededor de treinta años) había algo que lo hacía diferente.
Evangelina, una chica muy dulce y tímida de la localidad reparó en él. Y tanto fue su interés que se pasó noches y días, pensando qué era “eso” que hacía tan extraño a ese muchacho.
Hasta que por fin lo supo. Juan, ese era su nombre, ocultaba sus ojos. A nadie miraba de frente, se paraba de costado y sus miradas siempre iban dirigidas hacia otro lado.
Evangelina, estaba convencida de que no había persona que conociera el color de sus ojos ¡Y se propuso averiguarlo!
Ardua tarea resultó esa investigación. Juan era muy hábil en eso de esquivar miradas.
Hasta que un día a Evangelina se le ocurrió “usar” su condición de mujer (por cierto, muy apetecible) para lograr su objetivo.
De modo que se vistió de manera provocativa, olvidando su timidez que hasta entonces la había acompañado y buscó encontrarse con Juan.
Este, sorprendido ante la juventud esplendorosa y tentadora de Evangelina, ¡levantó al vista!
Así mostró sus pupilas, en cuyo centro se mostraba nítidamente la figura de una mujer de aspecto desagradable. Mejor dicho, casi un espectro.
Su novia primera. Aquella a la que no había sabido bien amar, razón por la que ella se había suicidado. Y desde entonces, sus ojos culpables, la llevaban impresa.
Alicia Beber
El sueño del rey:
-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.
Lewis Carroll

El sueño del rey:
Desde la entrada del otoño, el rey no podía conciliar su sueño. Este, se le escapaba entre cavilaciones y enojos. Sus súbditos, asistían aterrados al aumento de su ira. Brujos y sabios de todo el reino llegaban cada día a los aposentos del rey.
Un viejo desgarbado, de alguna provincia lejana, sería quien traería consigo la verdad.
-No soñará el rey, mientras sus sueños no le pertenezcan.

Desde entonces, el rey recorre su reino cada noche. Lo recorre en busca de rostros, escenas, situaciones.
Al llegar a su cama, despacio, escribe lo que observo y lo que él imagina de aquello.
Así, logra soñar y hacer suyos cada rostro, escena, situación.
Kevin Jones
 

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